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COLUMNA - Democracia en consulta

 

Por Edgar David 

 Este martes 11 de marzo, en una alocución por cadena nacional, el presidente Gustavo Petro anuncio que el gobierno nacional presentará al país una propuesta de una Consulta Popular para dar trámite a las reformas sociales que hacen parte del programa de gobierno. Esta medida la anuncia ante el muy probable rechazo y archivamiento que el Senado de la Republica hará a los proyectos de reforma laboral y a la salud, de iniciativa gubernamental, ya aprobados en primeros debates por la Cámara de Representantes.

De inmediato, sectores opositores a las reformas, como el presidente del Senado Efraín Cepeda y el senador Miguel Ángel Pinto, miembro de la comisión séptima, donde está actualmente en trámite la reforma laboral y que anuncia su voto desfavorable a la misma, calificaron como un irrespeto a la institucionalidad la propuesta de Consulta Popular del Gobierno, atribuyendo que ello implica desconocer la independencia y autonomía que el Congreso tiene de tramitar los proyectos legislativos o de reforma constitucional.

Si bien el Congreso no es un notario de las propuestas que los gobiernos de turno presente, simplemente aprobándolas sin chistar, no es tan preciso que no sea posible que el presidente de la República pueda acudir a mecanismos de participación ciudadana que el mismo régimen político colombiano contempla. Quizá no es el mejor mecanismo, como veremos más adelante, pero eso es otra discusión. Primero, es clave entender la validez y el carácter democrático de la propuesta, como pone en cuestión la oposición al gobierno.

Los mecanismos de participación ciudadana son instancias que buscan la expresión de la participación de la sociedad civil en torno a la conformación, ejercicio y control de los asuntos públicos, como lo establece la ley 1757 de 2015 que los regula. Es decir, que no resulta tan preciso que sea una forma arbitraria de sustituir las funciones del legislativo, como ha querido imponer como versión válida personajes como el ex presidente de la república Iván Duque en medios de comunicación.

Pueden ser de origen popular o propuestos por una autoridad gubernamental, como establece la misma ley, y no se le restringe a asuntos de los cuales una autoridad como el Congreso de la Republica ya haya generado una decisión. Si se hablara de sustitución de las funciones y poderes de autoridades públicas, como propone el ex presidente Duque, en un ejercicio de ponderación resulta de mayor valor y preponderancia la decisión que, en un proceso transparente y limpio, sea el constituyente primario quien tome la determinación en la materia. Al final, el Congreso es solo un delegatario y representante de poder soberano del pueblo.

Haciendo una lectura en perspectiva del uso y efectividad de estos mecanismos, claramente no es abundante su uso, muchas veces criticado por las barreras e inflexibilidades que tienen estos mecanismos. Durante lo que va del siglo, a nivel nacional solo se han llegado a votar tres de estos: un referendo promovido por el gobierno de Álvaro Uribe en 2003, que no se aprobó por no cumplir con el umbral de votación necesario para que fuera válido, el Plebiscito por la Paz en 2016, también de origen gubernamental con victoria para el NO, y la Consulta Popular Anticorrupción de 2018, que tampoco superó el umbral aprobatorio.

Las reducidas veces que se ha acudido a este mecanismo, al menos a nivel nacional, no impide que tengan una legitimidad o que sea sustituta per se del Congreso. Que el legislativo no apruebe una reforma, no impide la promoción de un mecanismo que invite a poner a consideración del constituyente primario una nueva discusión sobre el mismo asunto. Eso es temer a que la democracia se amplie y que la ciudadanía sea un actor realmente participante de los asuntos públicos, como tiene por pilar básico la democracia colombiana en su andamiaje constitucional y legal.

Quizá el debate gira en torno más a la conveniencia (o no) política de la propuesta. Si bien el Congreso también se emana de un voto popular, su mandato no es absoluto. Un ejercicio como esta Consulta, de salir positiva para los proyectos de reforma, puede ser una forma de poner en tensión y revalidación, de manera indirecta, el mandato del Congreso actual, donde claramente se han configurado unas mayorías opositoras al gobierno y a las reformas. A su vez, de salir negativo, se puede leer como una revalidación del mandato al actual gobierno, que al igual que al Congreso, solo le queda poco más de un año para legar al final del término.

En este último caso, quizá no sea una Consulta sino un Referendo el mecanismo más acertado en efectividad para que las reformas sean aprobadas, ya que la consulta solo crea un mandato para legislar en la materia; el referendo permite aprobar o rechazar la norma de manera tacita. Pero esa es una discusión para quien la propone, a quien ya se le va creando el relato opositor de tener la dificultad de conseguir el umbral cercano a los 13 millones de votantes, un tercio del censo electoral actual, y la mitad más uno de esos votos dando el sí. Veremos qué resultado arroja el mecanismo, pero lo más importante es no seguir la narrativa de que es antidemocrático continuar la discusión de las reformas sociales de este gobierno por convocar un mecanismo democrático por naturaleza.

Comentarios

  1. De toda esta desinformación y falta de pedagogía acerca de los mecanismos democráticos, los medios amañados de comunicación, son también actor responsable de estigmatizar y desviar los debates objetivamente importantes de las propuestas, terminan por farandulizar, ridiculizar y trivializar discusiones de interés público y colectivo de gran relevancia para la sociedad.

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